En realidad no recuerdo cuándo y en qué escuché por vez primera a Deborah Voigt. Lo que sí recuerdo fue cuándo y en qué me prendí de su voz y noté su existencia en medio de un mar de cantantes líricos. Fue mientras cantaba aquella aria desesperanzada de la princesa griega Ariadna, después de ser abandonada a su suerte en la isla Naxos por el cruel Teseo; es una grabación de la ópera Ariadne auf Naxos dirigida por Giuseppe Sinopoli, con la voces de Natalie Dessay, Anne Sofie von Otter y Ben Heppner. Ese ruego a la muerte fue lo que me hizo darme cuenta de su poderosa voz.
Dicho papel ha sido el signature role de esta cantante americana, nacida el 4 de agosto de 1960 en Wheeling, un suburbio localizado a las afueras de Chicago. Nacida en el seno de una familia muy religiosa (bautista), Deborah se sintió atraída por la música desde muy tierna edad, incentivada quizá por su participación en el coro de su iglesia. A los 14 años, ella y su familia se mudan a Placentia, una ciudad al sur de California. Durante sus años de juventud, se integró al cuerpo musical de su preparatoria, y aunque ella se tomaba muy en serio sus participaciones musicales dentro del grupo, jamás pensó que llegaría a ser una cantante lírica. Ni siquiera tenía conocimiento de que existía la MET Opera.
Gracias a una beca, conoció a Jean Paul Hummel, con quién entrenó su voz durante ocho años. Para 1985, era finalista del “MET National Council Auditions for Young Singers”. Siguió participando en diferentes concursos, adquiriendo cierta notoriedad, tomando clases con reputados cantantes como Leontyne Price, hasta que a inicios de 1991 su carrera despunta al debutar en la Boston Lyric Opera el papel principal en Ariadne auf Naxos, lo que la colocó en las grandes ligas al recibir elogios de todos lados.
Para finales del mismo año llega al escenario de la MET Opera, debutando con el papel de Amelia de Un Ballo in Maschera de Verdi. Regresa en marzo año siguiente (1992) para cantar Chrysothemis en la ópera Elektra, además gana el prestigioso “Richard Tucker Award” que otorga anualmente “The Richard Tucker Music Foundation”. Desde entonces, Deborah siguió construyendo su carrera internacional, debutando en diversas casas de ópera en Estados Unidos y Europa, cantando un repertorio más bien limitado, por diversas razones. Una de ellas era el sobrepeso de la cantante.
Existe un capítulo negro en la carrera de Voigt que ella misma titula “The little black dress”. Sucedió en 2004, cuando fue despedida de la Royal Opera House por no poder lucir uno de los entallados vestidos de cóctel que debía usar para la puesta en escena de Ariadne auf Naxos en el teatro londinense. La ROH, en lugar de cambiar de vestuario, optó por cambiar de cantante, contratando a Anne Schwanewilms. En su momento Deborah guardo silencio, pero ello no impidió que demandara a la ROH y que a su vez, la opera house fuera el blanco de duras críticas por su proceder.
Este escándalo, sumado a todos sus intentos con dietas para bajar de peso durante muchos años, fue lo que la orilló a someterse a una cirugía de bypass gástrico (si, esa que está tan de moda ahora dónde te engrapan el estómago para que con pequeñas cantidades de comida uno se sienta satisfecho). Una operación bastante riesgosa, más aún para una cantante, sin embargo, la operación resultó un éxito, perdiendo más de 50 kilos y reduciendo su talla de manera considerable. El cambio fue más que notorio.
Muchos podrían acusar a Voigt de haberse sometido a esta operación por simple estética, obedeciendo a los cánones estéticos y a la creciente invasión de “cuerpos bonitos” en el universo operístico, donde el cantante lírico además de cantar bien, debe lucir esbelto en el escenario. En su momento, Deborah declaró que se trataba más que nada de una cuestión de salud, pero que también la cuestión estética tenía que ver.
Varios críticos y fanáticos suyos aplaudieron su decisión al someterse a esta cirugía, pero algunos más alegan que a partir desde entonces, su voz ha cambiado drásticamente, volviéndose un timbre opaco y hasta con toque matronil y con ciertos problemas de fiato.
Este cambio en su apariencia, le permitió agregar nuevos papeles a su voz y salir un poco del encasillamiento de Wagner y Strauss, anexando heroínas italianas veristas, roles con los que antes solo podía soñar y que ahora, gracias a su cambio físico, le pedían cantar.
Está demás decir que tiempo después, Deborah regresó a la ROH para cantar el papel de Ariadne, en la misma producción que la había echado.
Actualmente, su repertorio abarca los grandes papeles del repertorio alemán como Wagner (Senta, Isolde, Elsa, Sieglinde, Brunnhilde), Strauss (Ariadne, Chrysothemis, Die Marschallin, Salome, Helena), Beethoven, Weber, Verdi (Amelia, Aìda, Lady Macbeth, Leonora) y algunos veristas, como Puccini (Tosca y Minnie), con ciertas incursiones en el francés como Les Troyens de Berlioz (Cassandre) o la fallida Alceste de Glück (que canceló debido a una gripa). Ha realizado también una importante cantidad de grabaciones de óperas y álbumes en solitario.
Sin embargo, no todo es ópera en la carrera de Voigt. Ella siempre se ha mostrado entusiasta al cantar otro tipo de repertorio, como el de Broadway y las canciones populares americanas, además de descatarse cantado lieder de Strauss y Zelminsky. Incluso ha cantado en Broadway recientemente, encarnando el papel principal del musical “Annie get your gun”, recibiendo el visto bueno tanto del público y de los críticos, estos últimos algo reacios al conocer esta decisión de la Voigt.
A lo largo de su carrera, Deborah ha sido ganadora de diferentes premios y acreedora a honores muy distinguidos, al punto de ser elevada como “Caballero de la Orden de las Artes y las Letras” en Francia.
Voigt recientemente cantó en el escenario de la MET Opera el papel de Brunnhildë en tres de las cuatro jornadas que componen “El Anillo del Nibelungo” de Wagner (Die Walküre, Siegfried y Götterdammerung) y regresará el año que viene para realizar otro ciclo como parte de las celebraciones a Wagner en 2013, alternando sus funciones con conciertos en solitario con diferentes orquestas en diferentes espacios.
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Eran pasadas de las 6 p.m. cuando me encontraba en frente del Palacio de Bellas Artes. Ni el cotidiano gentío ni el inesperado granizo evitarían que me perdiera de la presentación de Deborah Voigt. Y es que no todos los días viene a nosotros una cantante de su talla a nuestro país.
Antes de las 7, las puertas de acceso a la Sala Principal se abrieron para que la gente entrara. Tomé un programa de mano y lo primero que hice fue revisar las obras con las cuales la soprano se hiciera oír:
Amy Beach
The Year’s at the Spring
Ah, Love, But a Day
I send my Heart up to Thee
Ottorino Respighi
Contrasto
Nebbie
Notte
Richard Wagner
Dich, Teure Halle (de Tannhäuser)
Du bist der Lenz (de Die Walküre)
INTERMEDIO
Richard Strauss
Ich trage meine Minne, Op. 32 num. 1
Schelechtes Wetter
Lob das Leidens, Op. 15 num. 3
Ach, Lieb, ich muss nun scheider, Op. 21 num. 3
Frühlingsfeier, Op. 56 num. 5
Ben Moore
I am in Need of Music
This Heart that flutters
To the Virgins
Bright Cap
Leonard Bernstein
Piccola Serenata
So Pretty
Greeting
Another Love
It’s gotta be bad to be good
Somewhere
Confieso que sentí un poco de decepción al ver que no incluía otras cosas más operísticas, como el Liebestod de Tristan und Isolda, o un Es gibt ein Reich de Ariadne auf Naxos. Y me sorprendió no encontrar nada de Puccini, pese a que en los afiches se anunciaba – secretamente albergaba la ilusión de que cantase Laggiù nel soledad de La Fanciulla del West – pero no había nada de eso. Inmediatamente quise creer que podría incluir algo de eso en alguna propina.
Confieso abiertamente que al menos la mitad del programa no lo conocía. Con excepción de las piezas de Wagner y Strauss, y alguna vez escuchadas otras piezas de Respighi y Bernstein, pero de Beach y Moore nada. Quizá tenga que ver que son compositores de música estadounidense – Beach de principios del siglo pasado y Moore actualmente activo –. La música estadounidense aún es materia pendiente para mí.
Poco a poco el recinto fue llenándose. Primera llamada. Segunda llamada. Tercera llamada. Al sonar ésta última, el aforo de la Sala Principal se había llenado en un 70% – para la mitad del concierto, puedo aventurarme a decir que estaba ocupado un 80% del recinto –, las luces comenzaban a apagarse y la emoción ya era mucha.
Puntual, salió Deborah Voigt al escenario, acompañada del pianista Brian Zeger. Apenas haber traspasado la puerta, recibió grandes aplausos y ovaciones sin ni siquiera haber abierto la boca. Enfundada en un hermoso vestido azul eléctrico y quizá un poco nerviosa, agradeció el caluroso recibimiento del público y sin más, comenzó a hacer lo que ella mejor sabe hacer: cantar.
¿Qué puedo decirles acerca del arte esta mujer? Qué es maravilloso. Su voz corre sin problemas por toda la Sala Principal, oyéndose desde los lugares preferentes hasta donde yo estaba – Primer Piso – y podría apostar que llegaba hasta la Galería. Un centro cremoso, un agudo timbrado y seguro y los graves más que decentes.
Lo más aplaudido de la primera parte fueron las dos arias de Wagner – con toda razón –, creo yo que esto es lo que más tenía en mente el público al identificarla como una de las sopranos dramáticas más conocidas del orbe. Tras el término de esta primera parte, yo me sentía abrumado. La calidez de su instrumento me había atrapado.
Tras el breve intermedio de 15 o 20 minutos – no lo recuerdo con exactitud –, vuelve a salir la Voigt acompañada de su pianista. En esta ocasión, Deborah se encontraba ataviada con un vestido azul marino con flores doradas en dorado y un pequeño saco –disculparán ustedes mi descripción, pero de términos de moda no conozco mucho – y visiblemente un poco más calmada con respecto a la primera parte, continuo con el programa establecido.
Es seguro que Deborah conoce muy bien este repertorio, y que sabe cómo sacarle jugo. Sabe expresar lo que canta no solo con la voz, sino con toda la intención necesaria. Retomando las palabras de un crítico acerca de ella “sabe que cada canción tiene una historia y sabe que tiene que contarla”. Personalmente, me conmovieron mucho cuatro piezas de esta segunda parte: This Heart that flutters, So Pretty, Gretting y Another Love.
Simpática con el público, mandando besos y cariños a sus fans. No platicó, pero eso no impidió que el respetable la apremiara con aplausos al término de cada canción – y con justa razón –.
Había terminado ya el programa y la Voigt, acompañada de Zeger agradecían la ovación mientras el público clamaba por más. Deborah nos regaló dos propinas – aquí mi corazón se detuvo, pensando que mis ilusiones posiblemente se harían realidad –. Desgraciadamente no reconocí las dos piezas que cantó – recuerden, desconozco el repertorio de la canción norteamericana, mea culpa – pero definitivamente fueron estupendas. En la primera hasta terminó tocando el piano a cuatro manos al lado de Zeger. La última, con un ligero toque de jazz, enloqueció a los presentes. Si alguno de ustedes lectores asistió al concierto y conoce estas canciones, le suplicaría que me ilumine.
Frecuentemente leo y escucho comentarios acerca del desempeño de su voz, respecto a funciones de ópera. Muchas de ellas me hablan de una voz cansada y con deficiencias notables. Hay que recordar que no es lo mismo cantar una ópera de dos horas a hacer un recital con piezas selecionadas. Creo yo que sería más arriesgado cantar con acompañamiento de piano que con una orquesta completa, ya que en el primer caso la voz está más desnuda, mientras que en el segundo la orquesta podría compensar o tapar los defectos de una voz gastada. Yo no puedo respaldar lo que se dice de otras ocasiones, pero si puedo afirmar que lo que escuché el sábado pasado fue una estupenda voz por parte de Deborah Voigt.
A mis ojos, la Voigt queda como una gran artista, que conoce su instrumento y sabe sacarle partido a ello, apoyándose en su expresividad.
Salí del Palacio de Bellas Artes con un buen sabor de boca. Hacía frío afuera debido a la lluvia, sin embargo la calidez que Deborah Voigt me transmitió durante poco más de media hora me mantuvo de cierta manera abrigado sin pasar frío. Y mientras regresaba a casa, llevaba en mi mente:
We were learning in our school today
All about a country far away
Full of lovely temples painted gold,
Modern cities, jungles ages old.
And the people are so pretty there,
Shining smiles and shiny eyes and hair.
Then I had to ask my teacher why
War was making all those people die.
They’re so pretty, so pretty.
Then my teacher said and took my hand,
“They must die for peace you understand.”
But they’re so pretty, so pretty.
I don’t understand.
Si alguno de ustedes ser perdió el recital de esta maravillosa cantante, aquí les dejo algo que podría gustarles. Se trata de cuatro canciones straussianas que la Voigt interpretó en junio del 2007 con la New York Philharmonic y Lorin Maazel en el podio. Las canciones son Befreit, Lied der Frauen, Morgen! y Frühlingsfeier. Además, agregué un Liebestod de Tristan und Isolde. Espero les agrade.