Una canción rusa para hoy…

Mientras caminaba hace algunas horas por la calle, disfrutando del día con música varia en los oídos, el modo aleatorio escogió una bellísima canción rusa de Sergei Rachmaninov (o Rájmaninov, como gusten) que hace tiempo no escuchaba: Ne poy, krasavica, pri mne” (No cantes para mi, lejana doncella), o mejor conocida como “The Georgian Song”.

Como les he contado anteriormente, para este tipo de clima frío y lluvioso (que ha caído desde ayer en el Valle de México) me dan ganas de ponerme un poco de ópera y canciones rusas, obras rusas en general. Las percibo como obras cargadas de una gran nostalgia, de una melancolía indescriptible que solo se capta instantáneamente.

A pesar de lo que considera un amigo mío muy cercano, sí me gusta la voz de Anna Netrebko, ese timbre cremoso que posee sin necesidad de sonar tan metálico. Amo sus grabaciones en lenguas eslavas y me parece que en alemán no lo hace nada mal, pero cuando se pone de reina belcantista no la aguanto (lo siento, es la verdad). Para su disco de arias y canciones rusas del 2006, la Netre grabó esta misma canción de la que les hablo, la cual les dejo a continuación, con una traducción muy libre del texto.

¡Oh, no cantes para mi, lejana doncella
esas canciones de la triste Georgia,
me recuerdan
lejanas costas y otra vida!

¡Ay, tu cruel canto
remueven todos mis recuerdos!
De la estepa, de la noche, de la luz de la luna,
brillando sobre una pobre, distante niña.

Contemplándote, puedo olvidar
esa dulce y fatal visión;
pero cuando cantas
aparece de nuevo delante de mí.

¡Oh, no cantes para mi, lejana doncella
esas canciones de la triste Georgia,
me recuerdan
lejanas costas y otra vida!

A seguir disfrutando de este hermoso clima, que con éstos últimos calores tan descorteses, representa un auténtico respiro.

Published in: on junio 17, 2012 at 1:06 pm  Deja un comentario  

Victoria de los Angeles como Cio Cio San

Published in: on junio 14, 2012 at 7:23 pm  Deja un comentario  
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¡Al fin Nabucco en Bellas Artes!

Tuvimos que esperar un año para al fin ver hecha realidad la tanda de Nabucco que se nos había prometido anteriormente. Y es que a más de uno nos sorprendió el hecho de que se anunciara en 2011 y nos la cambiaran por una Madama Butterfly.

Después de pasar un agradable rato en compañía de amigos, nos dirigimos todos hacia el Palacio de Bellas Artes para escuchar Nabucco de Giuseppe Verdi. Como les mencioné la semana pasada, yo me sentía muy entusiasmado, este título emociona a más de uno con sus grandes escenas y coros y ver algo así en vivo.


Ocupamos nuestras localidades casi corriendo, la función estaba por comenzar y no hay nada más molesto (o al menos para mí sí) que una vez iniciada la función, todavía haya gente entrando y pasando entre las filas (eso de pasar entre las filas de Anfiteatro y Galería aquí en Bellas Artes y a oscuras debería ser considerado como deporte extremo).

Ni tuve tiempo de hojear el programa de mano para enterarme de los involucrados en la función del domingo. Pero al menos si pude ver su portada muy del mood de libro de texto gratuito. Sé que no es bueno juzgar por las apariencias, y menos cuando se trata de una ópera que no depende del diseño de la portada del programa de mano, pero eso no me auguraba nada bueno.

Fue hasta muy después que me enteré quiénes estaban involucrados en esta función. Estos son el reparto de cantantes y la producción:

Nabucco/Giorgio Ronconi – Genaro Sulvarán
Abigaille/Giuseppina Strepponi – Elena Pankratova
Zaccaria/Prosper Dérivis – Noé Colín
Fenena/Giovannina Bellinzaghi – Belem Rodríguez
Ismaele/Corrado Miraglia – Carlos Arturo Galván
Sumo Sacerdote/Gaetano Rossi – Alejandro López
Anna/Teresa Ruggeri – Verónica Murúa
Abdallo/Napoleone Marconi – Álvaro Anzaldo

Coro y Orquesta del Teatro de Bellas Artes

Director concertador: Niksa Bareza
Director de escena: Luis Miguel Lombana
Diseño de escenografía y utilería: Paula Sabina
Director huésped del Coro: Alfredo Domínguez
Diseño de iluminación: Rocío Carrillo
Diseño de vestuario: Nuria Marroquín
Productora ejecutiva: Martha Chávez

Y así, sin esperar tanto tiempo, las luces se apagaron. Comienzo comentando la parte musical y después la escénica.

Vocalmente, Genaro Sulvarán me ha parecido un buen Nabucco. Aprecié de él un timbre cálido y la nobleza justa de los barítonos verdianos, manteniendo la línea vocal durante en gran parte de la función. Conmovedor en su escena Dio di Giuda en el cuarto acto y el tan temido dueto con la Abigaille del tercero a la altura, dándole una genial réplica a la usurpadora. Con mucho gusto le volvería a escuchar haciendo otro papel verdiano.

Quiero creer que la noche de ayer Elena Pankratova estaba enferma o afectada por la altura. Y es que su Abigaille fue el “ya merito” de la noche. Graves medianos, agudos desiguales (algunos gritados, otros de plano ni existían), dificultades en las agilidades. Timbre bello, con ese metal típico de las voces de las latitudes eslavas y aunque tienen la fama de ser voluminosas, por momentos su voz fue tapada por la orquesta. Personalmente, al escuchar este papel siempre espero cierto arrojo por parte de la cantante en cuestión (sobre todo en su escena y aria del segundo acto), no lo hubo con Pankratova, trató el papel con pinzitas. Espero que para el jueves mejore.

Otro que por momentos su voz desapareció fue la de Noé Colín quien hacía al sacerdote Zaccaria. Lo cual me extraña porque como Barak en la pasada tanda de Die Frau ohne Schatten le escuché mejor (y miren que la orquestación es más densa ahí) y aquí no tanto. Por momentos sus graves me daban la impresión de ser muy artificiales.

A pesar de que Fenena no tiene un gran momento para la lucidez vocal, Belem Rodríguez tuvo un muy buen desempeño. Timbre hermoso y con bellos graves (me hizo recordarla como Jezibaba en la Rusalka del año pasado), genial.

De manera general, un buen Ismaele de Carlos Arturo Galván, aunque por momentos escuchaba de él una voz artificial, sobre todo en el trío del primer acto con Abigaille y Fenena. No sé si escuché bien o mal.

Bien por los comprimarios.

¡Es admirable cómo suena el Coro del Teatro de Bellas Artes! Con cuánto profesionalismo y sentimiento han cantado en cada una de sus intervenciones, especialmente en el famosísimo coro de los esclavos hebreos Va, pensiero. Un momento conmovedor cuando se escucha y más si es en vivo. Felicidades a ellos y Alfredo Domínguez, director huésped del coro por su maravillosa labor.

Es mi primer Nabucco en vivo, entonces, no sé si la orquesta debe sonar tan fuerte como la hizo sonar el maestro Niksa Bareza. Por momentos sonaba tanto que llegaba a tapar a algunos cantantes solistas (Pankratova y Colín, concretamente). También hubo recortes a la partitura, la más notable a mis oídos fue en la cabaletta de Abigaille en el segundo acto.

Ahora, ¿qué les puedo decir sobre el elemento escénico? No estoy muy seguro. Decir que la puesta era fea sería mentir, hasta se notaba una hechura de buena calidad; pero que fuera la ideal sería engañar. Empiezo por describirles. ¿Se acuerdan de que en el 2009 la MET Opera de Nueva York estrenó una producción de La Sonnambula de Bellini firmada por Mary Zimmerman que causó controversia por situar la ópera en una sala de ensayos en tiempos modernos y al final, aparecer montada casi totalmente? ¿Sí? Bueno, pues algo parecido. En el Nabucco de ayer, nos situaron en el siglo decimonónico, concretamente en 1842, en los tiempos en los que el mismo Verdi se encontraba dirigiendo los ensayos del Nabucco dos semanas antes de su estreno. En el escenario del Palacio de Bellas Artes nos presentaron el vestíbulo del Teatro alla Scala, donde se llevaban a cabo los preparativos y ensayos. Vimos al mísmisimo Giuseppe Verdi dirigiendo cantantes, pelearse con los empresarios; Giuseppina Strepponi (bueno, Elena Pankratova caracterizada como ella) preparándose para abordar el papel más difícil de su carrera; al célebre Giorgio Ronconi (Genaro Sulvarán, pues) siendo recibido alegremente por todos los miembros de la compañía; el coro de La Scala (en el Coro del Teatro de Bellas Artes) aprenderse la obra, etc. El primer acto nos lo situaban dos semanas antes del estreno, el segundo a una semana, el tercero un día antes y el último ¡zaz! el vestíbulo de La Scala se transformaba en la escalinatas babilónicas, con leones alados y demás parafernalia porque ya era el día del estreno. Y ahí si te creías que estabas viendo Nabucco. Y digo “creías” porque al menos a mí me creaba problemas ver a Giuseppina Strepponi (perdón, Abigaille) gritarle sus cosas a Ismaele y Fenena y al término de su escena, salir corriendo con la vestuarista para probarse sus vestidos. Esos toques producto de la realidad que nos presentaban le quitaban el encanto y hasta dramatismo a tan heroicas escenas.

Paralelamente, y a manera de crear mayor “realismo”, mientras se llevan a cabo los ensayos previos al estreno, se nos presenta una historia paralela, donde un grupo de rebeldes encabezados por el hijo, sobrino, nieto, primo, hermano, no sé, lo ignoro de la vestuarista corren a refugiarse al teatro huyendo de la persecución de guardias austriacos. Mientras se lleva a cabo los “ensayos-ópera”, somos testigos de cómo Austria reprime y trata de mantener a raya al pueblo italiano en su región lombarda. En el “tercer acto-un día antes del estreno” observamos como uno de estos rebeldes es llevado al vestíbulo de La Scala donde cantantes, coristas y demás rinden un homenaje y consuelan a la vestuarista mientras entonan el Va, pensiero, el canto que sirvió en gran parte para unificar a este pueblo reprimido. La cosa finaliza con un gesto patriota y la proclamación de Víctor Emanuel de Saboya como rey de Italia. Conmovedor, sí, pero no creo que haya sido del agrado de todos en el foro.

¿Qué si fue un mal Nabucco? No lo creo, lo cierto es que muchos no habrán salido contentos, y mucho menos satisfechos. Y finalmente, me parece una reacción natural la división de opinión. Haciendo un consenso entre algunos asistentes conocidos, el intento de vanguardia del que todos los presentes fuimos testigos el domingo les resultaba chocoso, especialmente en aquellos que tienen más escuchada/vista/estudiada este título verdiano; mientras que para los que o no la conocían o la habían escuchado poco, resultaba interesante y agradable de ver.

Antes de finalizar, quiero dar nota de un detalle. De nueva cuenta, fuimos víctimas de los golosos que abren sus dulcecillos finamente empaquetados en una bolsa de celofán ruidoso y que esperan en el momento en que la orquesta está al mínimo para dar a notar que están por engullir algo. ¿Qué no se supone que se prohíbe el acceso a la sala con alimentos y bebidas? Realmente resulta molesto.

Como ya es costumbre, aquí les dejo unos enlaces para que los que ya asistieron y gusten recordar la bella música de Verdi o para los que aún no han ido y quieran ir calentando motores, les dejo esta grabación radiofónica. El año es 1960, en el teatro de la MET Opera. El reparto va así:

Abigaille – Leonie Rysanek
Nabucco – Cornell Macneil
Zaccaria – Cesare Siepi
Fenena – Rosalind Elias
Ismaele – Eugenio Fernandi

MET Opera Orchestra & Chorus

Director: Thomas Schippers.

Se trata de una función redonda, donde Cornell Macneil hace un excelente Nabucco, siendo él el más destacado de la noche. El Zaccaria de Cesare Siepi es estupendo para darle réplica al orgulloso rey babilonio. No tanto así (a mi gusto) la Abigaille de Leonie Rysanek, pero no molesta. El resto estupendo y Thomas Schippers al frente de la orquesta, haciendo los cortes habituales de aquél entonces. Tristemente esta grabación no cuenta con un gran sonido, sin embargo aún se deja escuchar. Seguramente esta misma grabación podrán encontrarla por otros medios y mejor calidad, editada por el sello Myto o por otros sellos independientes.

Parte 1   Parte 2

¡Hasta luego!

Published in: on junio 12, 2012 at 8:39 pm  Comments (2)  

L’amor è qual vento

De todas las óperas que G. F. Händel compuso en Inglaterra, quizá sea Orlando la más atípica. Contiene drama, tragedia y patetismo, lo cual la vuelve en una opera seria, sin embargo, también contiene ciertas partes tan propensas a la comedia tan propias de una opera buffa que el mismo Jacques Offenbach podría haber compuesto música de manera exquisita. Además de otras razones.

Orlando fue estrenada el 27 de enero de 1733, luego de haberse pospuesto cuatro días después de la planeación original debido a una “indisposición” de los cantantes principales. Basada en el poema épico Orlando Furioso de Ludovico Ariosto y también en el libretto de Carlo Sigismondo Capeci L’Orlando, overo la gelosa pazzia, sin embargo el libretista que hizo esta adaptación para Händel aún permanece en el misterio. Nos narra la historia del paladín Orlando, enamorado de la princesa Angélica que no le corresponde por amar a Medoro. Este triángulo amoroso ya por si solo nos ofrece muchas posibilidades de lucimiento vocal para los cantantes, siendo agregados por el compositor la pastora Dorinda y el mago Zoroastro.

Fue la soprano Celeste Gismondi la encargada de encarnar a Dorinda en su estreno, papel hecho por el compositor a la medida de la cantante. La Celestina, como se le conocía antes en Nápoles, era una reputada cantante de intermezzi (intermedios cómicos intercalados en las óperas serias de aquél entonces) gracias a sus grandes virtudes vocales. No se sabe a ciencia cierta cómo es que Händel supo de ella, lo cierto es que quedó impresionado por ella y trabajaría con ella en varias ocasiones en Inglaterra. Dos años después del estreno de Orlando, muere en plena juventud víctima de una persistente enfermedad.

Hace dos días estaba viendo on line el video del reciente Orlando gracias a la página del teatro “La Monnie de Munt” había subido a su servidor, grabado no hace mucho. El reparto encabezado por Bejun Mehta en el papel principal y la dirección orquestal de René Jacobs me parecían por de más interesante y por eso decidí mirar la grabación, totalmente gratis. Me ha gustado mucho.

Fue aquí donde me encontré una de esas joyas barrocas que uno no espera encontrarse. Me refiero al aria del personaje de Dorinda: “L’amor è qual vento” (El amor es como viento). No me había percatado mucho de este bello pasaje, a pesar de que ya tengo escuchado este título barroco (dicho sea de paso, lo escuché hace bastante tiempo).

L’amore è qual vento es la última participación solitaria de Dorinda en esta ópera. En ella, Dorinda nos narra las caprichosas maneras del amor, que al principio es gozo y después es tormento (¿les suena?).  Sunhae Im, soprano surcoreana y habitual colaboradora de René Jacobs, hace una interpretación por demás buena, y aunque por momentos me da la impresión de que su fiato no es suficiente y queda rebasada, no molesta.

Amor è qual vento
che gira il cervello:
ho inteso che a cento
comincia bel bello
a farli godere;
ma a un corto piacere
dà un lungo dolor.

Se uniti due cori
si credon beati,
gelosi timori
li fan sfortunati;
se un core è sprezzato
divien arrabbiato,
così fa l’amor.

Published in: on junio 8, 2012 at 7:36 pm  Deja un comentario  

La ópera que puso a Verdi en el mapa

Después del gran fracaso de Un Giorno di Regno, estrenada en 1840 en el Teatro alla Scala de Milán, aunado a la gran depresión de Verdi por haber perdido a toda su familia en menos de dos meses (primero sus hijos y después su esposa Margarita Barezzi), Giuseppe Verdi había jurado nunca más componer música en su vida.

Producto de la casualidad o simple azar, en un día de invierno Verdi se topó con Bartolomeo Merelli, empresario de La Scala y buen amigo suyo, mismo que anteriormente le había encargado Oberto y Un Giorno di Regno.  Merelli le mostró el libreto para Nabucco de la autoria de Temistocle Solera (que a su vez se había basado en el Antiguo Testamento de La Biblia y el drama Nabuchodonosor de  Francis Cornue y Anicète Bourgeois) que había sido rechazado por Otto Nicolai al no ser de su gusto. Fue Merelli quien insistió que lo leyera, pese a la negación de Verdi, terminó aceptando. Sería conveniente que el mismo Giuseppe nos narrara en sus palabras lo que sucedió después:

“De camino sentí una especie de desazón inexplicable, una tristeza intensa, un dolor que casi me hacía estallar el corazón. Una vez que llegué a casa, lancé el manuscrito a la mesa con un movimiento brusco y me quedé ahí, delante de él, hundido en pensamientos. Al chocar con la mesa, el libro se había abierto; mis ojos fueron a parar, no sé bien cómo, a una página abierta ante mí. Y leí “Va, pensiero sull’ali dorate(…)”. Sobrevolé también los siguientes versos y me quedé impresionado, sobre todo al comprobar que éstos procedían casi literalmente de la Biblia, libro que siempre leía gustoso. Leo un párrafo, leo dos. Pero entonces, con el renovado propósito de no componer más, cierro el texto y me voy a la cama. ¡Pero Nabucco no para de darme vueltas en la cabeza! El sueño no quiere acudir, me levanto, leo el libreto, no sólo una vez, sino, dos, tres, muchas veces; a la mañana siguiente puedo decir que me lo sé de memoria”.

Pero ni el entusiasmo que había generado el libreto en Verdi logró hacer que este desistiera de la reticencia a componer nuevamente. Visitó de nueva cuenta en Merelli para devolverle el libreto, sin embargo el empresario se lo regresó para que lo pensara mejor y lo envió a casa. De nuevo Verdi  regresa y le arroja sobre la mesa, volviéndose a abrir de nueva cuenta en la misma página. “Va, pensiero sull’ dorate”. Una luz brilló sobre la cabeza del compositor, tomó el libreto y se dirigió a su piano para empezar a componer.

Después de un proceso de creación arduo, en donde fue necesario de Temistocle Solera realizara modificaciones a su libreto en pro de mantener la línea de acción, Verdi llevó la partitura terminada a Merelli. El empresario aceptó estrenar la obra pero hasta la temporada siguiente, debido a que ya estaba completo el cártel para la temporada que estaba por iniciar y la falta de fondos para crear decorados y vestuario. Pudo más la testarudez de Verdi, logrando que la obra se estrenara el 9 de marzo de 1842 en el Teatro alla Scala de Milán. El reparto, repleto de estrellas del canto de esos tiempos:

Nabucco – Giorgio Ronconi
Abigaille – Giuseppina Strepponi
Fenena – Giovannina Bellizaghi
Ismaele – Corrado Miraglia
Zaccaria – Prosper Dérivis
Anna – Teresa Ruggeri

Siguiendo su propia costumbre, el compositor se colocó entre la orquesta, al lado del primer violonchelo y el primer contrabajo. Antes de terminar el primer acto, el público emocionado pedía la presencia del compositor. Verdi creía que esto era el preludio a las rechiflas del respetable, sin embargo sus temores eran infundados, pues el público le aplaudió y al término del inspirador coro patriota “Va, pensiero(o el coro de los esclavos hebreos) recibió la aclamación popular.

Fue así como inició para él el llamado período de “galeras”, componiendo más de 17 óperas en 12 años. Rápidamente el Nabucco se representó en otras ciudades italianas y se exportó a otras latitudes extranjeras, estrenándose en México el 23 de noviembre de 1856, en el Gran Teatro Nacional.

Si el Nabucco de Verdi se volvió un éxito gracias a su melodía, fue también debido a la situación político-social que prevalecía en la Italia del novecento. Su inspirada música pronto adquirió tintes patrióticos, especialmente el llamado “coro de los esclavos hebreos”, cuyo texto propició una analogía entre el oprimido pueblo hebreo y el dividido y también oprimido pueblo italiano. En aquel entonces, no era la Italia unificada que conocemos hoy en día, sino que era un territorio ocupad por extranjeros, principalmente Austria y Francia. No sería hasta después de 1860 cuando al fin Italia se unificaría.

También Nabucco supone la estrecha relación de Verdi con la tesitura del barítono. Sería Nabucco el primer papel importante que crearía para la voz de barítono, representando un gobernante ávido de poder y cuyo amor paternal queda patente en la escena de locura del tercer acto. A este rol seguirían otros en otras óperas, como Alfredo Germont de La Traviata, Rigoletto, Simon Boccanegra, Amonasro de Aìda, etc. Grandes cantantes han dado voz a este rol, como Piero Cappuccilli, Cornell McNeil, Renato Bruson, Juan Pons, Leo Nucci, etc.

A pesar de que es Nabucco el protagonista de esta historia, resulta imposible ignorar la importancia de Abigaille. En este papel se reúnen una serie de sentimientos tan humanos a la vez de contradictorios como el amor, el odio, complejo de inferioridad y el ansia de poder. Un papel endemoniadamente difícil tanto en lo vocal como en lo dramático, que requiere un amplio registro, con graves poderosos y agudos fáciles. Un papel “rompevoces” diría yo, ya que ha destruido las voces de algunas cuantas que por no tener la técnica adecuada o la voz suficiente, las ha hecho retirarse antes de tiempo como Elena Souliotis. Otras de plano jamás lo intentaron como Joan Sutherland. Han sido algunas las que han sido prudentes y lo cantaron poco como Maria Callas. Y sólo unas cuantas han logrado bordarlo de gran manera, como Ghena Dimitrova.

Resulta difícil creer en las crónicas de esos tiempos que Giuseppina Strepponi, encargada de cantar Abigaille por primera vez, ya estuviera en el declive de su carrera. Cuatro años después del estreno de Nabucco (1846), se retiró de los escenarios para impartir clases de canto en Paris. Fue en ese mismo año en que esta primadonna retirada y Verdi en pleno ascenso iniciaron una relación sentimental que duraría hasta 1897, año en que moriría la cantante. Verdi solo le sobrevivió cuatro años más.

Mi historia con Nabucco comenzó hace aproximadamente dos años, cuando me prestaron un DVD de una grabación filmada en el escenario de la MET Opera con Juan Pons, Maria Guleghina (seguramente saben de cual grabación les estoy hablando). Posteriormente pude hacerme de una grabación también en video de una producción en la Arena di Verona con Leo Nucci y de nueva cuenta Guleghina. No es que sea una de mis óperas preferidas o más escuchadas, lo cierto es que cuando la escucho siempre lo hago con gusto y me deja un buen sabor de boca. Además de dejarme “traumado” con la melodía de la obertura y la cabaletta de Abigaille “Salgo già del trono aurato”.

Habrá que esperar a ver qué sucede este próximo domingo en el escenario de Bellas Artes. Desde ahorita, me siento entusiasmado.

Published in: on junio 4, 2012 at 6:49 pm  Deja un comentario  

Ghena Dimitrova como Abigaille

Published in: on junio 4, 2012 at 2:12 pm  Deja un comentario  

Beverly Sills como Elisabetta I

Feliz cumpleaños, Beverly Sills

Published in: on May 25, 2012 at 8:30 am  Deja un comentario  

Ettore Bastianini como Rodrigo, Marquese di Posa

Published in: on May 23, 2012 at 10:05 pm  Deja un comentario  

Y en un año, son 200…

Sí. Falta solo un año para celebrar el bicentenario de Wilhelm Richard Wagner, o Richard Wagner, considerado como uno de los más prominentes compositores de ópera.

Desde esta mañana, he estado escuchando Wagner (sí, solo Wagner). Comencé escuchando una grabación de Tristan und Isolde con Jon Vickers y Helga Dernesch dirigidos por el gran Herbert von Karajan. Después, me he puesto a escuchar diversos extractos de su obra operística que mantengo en mi iPod y que me hicieron viajar en medio del mar de gente que inunda nuestra caótica ciudad. Conductores como Erich Kleiber, Karl Böhm, Georg Solti, Herbert von Karajan, Clemens Krauss, dirigiendo voces como la de Birgit Nilsson, Wolfgang Windgassen, Kirsten Flagstad, Gwyneth Jones, Lauritz Melchior, Waltraud Meier, René Pape, etc.

No soy un acérrimo wagneriano, y no conozco toda su obra (pero ya estoy resolviendo eso), hasta confieso (yo y mis confesiones) que le tenía miedo (gran error el mío). Aún con eso, les dejo a manera de Top 5 de esos momentos wagnerianos que más me hacen vibrar (por ahora).

5. O du mein holden Abendstern de Tannhäuser

Una de las más bellas arias compuestas por Wagner, perteneciente a su ópera Tannhäuser. Este título aún conservaba la influencia romántica propia de la época, aunque ya se notaba el particular sello del alemán. Bellísimo fragmento.

4. Preludio al acto I de Parsifal.

Parsifal fue la segunda ópera que conocí de Wagner. Denominado por el mismo compositor como un “Festival Sacro-Dramático”, Parsifal trata de la leyenda del Santo Grial. No es de extrañar entonces que la partitura esté plagada de efectos místicos y grandes escenas. Los coros es una de las cosas que no deben pasarse por desapercibido.

3. Notung! Notung! Neidliches Schwert! de Siegfried.

La tercera jornada de la tetralogía del Anillo del Nibelungo atesora un momento que a me emociona tanto: la escena de la forja. Siegfried reconstruye a Notung, la espada que fuera de su padre Siegmund. ¡Me encanta!

2. La cabalgata de las valquirias de Die Walküre.

Quizá la música más poderosa que hasta el momento he escuchado. Y es que yo creo que debe ser una verdadera experiencia escuchar a una orquesta en vivo interpretar esto. ¿Se imaginan? Frecuentemente relacionada con la película Apocalypse Now de Coppola. Alguna vez cometí la locura de poner esto y subirle todo el volumen al iPod. Seguramente le provoqué un daño irreversible a mis oídos, pero no me arrepiento. ¡Gloria!

1. Liebestod de Tristan und Isolde.

Y este es (para mí) el momento cumbre de la música wagneriana. La “Muerte de Amor” que Isolda canta al final de éste título. Indescriptible lo que esto genera en mí. Quizá la responsable de que esto sea así sea la voz de la sueca Birgit Nilsson. Casi orgiástico.

Gracias Richard Wagner, por dejarnos páginas tan bellas, por hacernos vibrar (a los wagnerianos y a lo que no, también). Nos vemos el año que viene, para festejar tus 200.

Published in: on May 22, 2012 at 10:27 pm  Comments (4)  

Yo confieso… (Parte 1)

El pasado sábado, una persona me hizo la siguiente pregunta: “Y dime, ¿cuántos discos tienes tú?”. No supe qué contestar, así que intenté acotar: “¿Discos de qué tipo? ¿De ópera y música clásica?”. “Sí” me contestaron. Silencio sepulcral. En realidad, nunca me he dado a la tarea de contar cuántos discos he comprado desde que escucho ópera. Haciendo cálculos y a “ojo de buen cubero” respondí: “Pues yo creo que como unos 70, más o menos”. Fue el fin del tópico, más no de la conversación, que siguió en otros temas.

De regreso a casa, me volví a preguntar lo mismo, ¿cuántos discos tengo ya desde hace (aproximadamente) dos años?

Ya en mi habitación, me di a la tarea de contar todos y cada uno de ellos. Sabía que no podrían ser menos de 70 como había dicho, pero tampoco pensé que fueran muchos más. 84. Y eso solo contando las cajas, ya que algunos son discos dobles y box sets. “¡Aylavirgen! ¿Tantos discos he comprado?”  Pero ¡oh, sorpresa!, había solo contado los recitales y compilaciones. Había olvidado juntar las grabaciones de óperas completas que poseo. 25. No lo podía creer.

Mi asombro era enorme. Inmediatamente me embargo un sentimiento de culpa. ¿Crisis? ¿Cuál crisis? Y aunque intentaba aminorar mi culpa recordando que algunos los había conseguido a un precio de ganga y algunos otros los había recibido como un regalo de algunas amistades (no más de 10 de ellos), mi sentimiento mezcla de sorpresa y culpa seguía ahí.

“Creo que tengo problemas”. Concluí mientras contemplaba mi “pequeña colección” (porque finalmente, lo es).

Hoy es uno de esos días en los que tengo ganas de sincerarme. No es que me cueste hacerlo, lo cierto es que no acostumbro hacerlo ante mucha gente, y mucho menos ante ojos anónimos (otros no tanto) que lean esto. Pero hoy he decidido hacerlo.

Tampoco se trata de algo terriblemente punible, quizá es hasta superfluo e intrascendente, pero he decidido compartirlo con ustedes, quizá algunos pasen por la misma situación.

Sí, confieso que aún compro discos en físico. Sí, voy a la tienda, llevo mi dinero y me estoy dentro mínimamente una media hora (a veces menos) eligiendo mi compra. Y es que es algo superior a mis fuerzas. O por el momento sí.

Tiempo atrás decidí comenzar mi propia discoteca, un acervo operístico donde figuraran las grabaciones de ópera, recitales en solitario y alguna que otra excepción que entrara dentro de mis gustos.

Si alguno de ustedes ha leído este blog, recordará que mi primer disco referente a la ópera y música clásica fue un boxset de tres discos con arias cantadas por La Divina. Después de haberlo devorado (no literalmente), tuve hambre de más, así que comencé a comprar algunos más, sobre todo de los mediáticos. Así, me hice del disco de (¡qué difícil es confesar!) Duets que grabaron la Netrebko y Villazón cuando aún eran la tan famosa y ya choteada Das Traumpaar. A ese le siguió uno de arias puccinianas grabado por Angela Gheorghiu, siguiendo mi enamoramiento del meloso Puccini. Y así fue que empecé.

¡Pero por favor, déjenme contarles como compré mi primera ópera! Los precios tan altos a los que se venden me habían impedido comprar una, y con sólo pensarlo sentía que cometía un acto pecaminoso. Un simple mortal como yo, estudiante (en aquel entonces),  no podría jamás comprar una de esas lujosísimas ediciones de la Decca y la DG tenían en el mercado, con un librillo que incluye el libreto y comentarios relativos al título en cuestión,  y lo único que podía hacer con ellas era solo tocarlas en el aparador. Triste y patética historia la mía.

Generalmente los lanzamientos nos llegan uno o dos meses con retraso, trátese de una nueva grabación, re-edición o serie de colección. Un día, sin tener mucho que hacer, me metí a una tienda de discos y mientras revisaba los nuevos lanzamientos, encontré un box set con una portada amarillenta. La Bohème con Freni y Gedda. Atrás de ese box, había otros similares: La Tosca con Callas y Di Stefano, Aìda con Caballé y Domingo, Tristan und Isolde con Stemme y Domingo y otras más. ¿El precio? Accesible, comparando con otras ediciones. La EMI había anunciado por internet una nueva serie de re-ediciones de títulos de su vasto catálogo de grabaciones (seguramente ya las han visto y saben a cuales me refiero), algunas de ellas verdaderamente interesantes. A mi ya se me había olvidado, pero cuando vi las cajas lo recordé. No pude resistirme y después de mucho debatir conmigo mismo, terminé comprando la Aìda. Y así fue como adquirí mi primera grabación íntegra de ópera.

A esa Aìda le siguieron otras tantas. Actualmente mi pequeño discoteca tiene óperas de Bellini, Donizetti, Massenet, Mozart, Strauss, Verdi, Wagner, entre otros. Casi todas en re-ediciones, y alguna que otra edición de lujo, como Il Trovatore con Callas y Di Stefano o Thaïs con Fleming y Hampson.

Así es como he comenzado esta especie de fetiche coleccionista. Y es que para mí, no existe la misma emoción de comprar un CD en físico que comprarlo y descargarlo por internet. No tengo nada en contra de hacerse de música de esa manera, yo mismo he adquirido algunas grabaciones así, pero generalmente se tratan de aquellas que no están disponibles en el mercado nacional (aún), como la Lucia di Lammermoor con Dessay y Beczala (¡oh sí!, pero es que soy fan de la Dessay) o los discos en estudio de Alexandrina Pendatchanska (ya va siendo hora de que la conozcan). Respeto a quienes sus hábitos de compra se limiten solo a descargas electrónicas, existen varias ventajas, como el precio (suele ser más barata la descarga que el disco físico) y el espacio (mientras la descarga puede estar tranquilamente en el gadget de tu preferencia, yo necesito un estante más grande para poner mis discos), pero al final de cuentas, para mí no es lo mismo.

Seguramente habrá algunos que están pensando en comprarse por vez primera un disco de música clásica, ópera o algún box set, o también quien esté pensando en seguir agrandando su pequeña o grande colección. ¡Qué bien! Pero si me permiten un consejo: Compren solo aquello que ya hayan escuchado. Actualmente hay muchas opciones donde pueden escuchar un pequeño preview de nuevas y viejas grabaciones, ya sea en su tienda digital o en la sucursal de su preferencia. También si lo que piensan comprar es por valor estético, profesional y hasta sentimental, pues adelante, háganse de él. Personalmente, yo compro lo que ya he escuchado y me ha gustado tanto, que no pienso en si comprarlo o no. Hasta tengo una lista en mi bloc de notas titulado “Discos y grabaciones a comprar”, aunque luego uno encuentra cada ganga que a veces no puedo respetar esa lista.

Ahora que si ustedes no tienen en que gastarse el dinero (lo dudo) y para ustedes gastar en discos en precios de más de cuatro cifras es una bicoca, compren todo lo que deseen.

Este gusto culposo también me ha dejado algunas cosas buenas, pero sobre todo aprender a comprar (y los efectos se reflejan en mi bolsillo). Mis primeras compras fueron casi como un arrebatamiento por haber encontrado tal o cual CD, pero con el tiempo ha disminuido. Recuerdo el día que compré un disco de Bejun Mehta. En una tienda estaba a un precio realmente alto. La voz de ese contratenor, el repertorio elegido (arias de Handel) y el acompañamiento musical (René Jacobs dirigiendo la Freigburg) me habían impulsado a hacerme de él, pero definitivamente no a ese precio. Decidí esperar. Tiempo después, entré a curiosear a una librería, sin nada en particular que comprar. Mientras revisaba el apartado de música clásica y ópera, encontré ese mismo disco, a un precio razonable. No lo dudé y me lo llevé.

También llega a suceder que muchos discos cuando recién son sacados a la venta, tienen precios altos. Pero con el tiempo, precisamente como esos discos son muy caros y mucha gente no está dispuesta a pagar por ellos, las mismas tiendas deciden ponerlos en “precio especial”. La espera no siempre es fácil, pero si pueden, hagan el intento. Su bolsillo se los agradecerá.

En todo caso, cada quién conoce las necesidades propias y cada uno sabe cómo se gasta el dinero.

Ante todo, quiero que quede claro que este post no lo he escrito en un afán de presunción y vanidad. Nada de eso. Inicié como un acto de sinceridad al admitir que soy de la “escuela antigua” que todavía se toma la molestia de ir a una sucursal de tienda de discos y resolver el dilema de “¿Cuál me llevo?”; y terminé hasta compartiendo un par de consejos para comprar y resolver la pregunta de “¿Para cuál me alcanza?”.

Seguramente no faltará el que piense “Pobre de este tipo, ahí anda decidiendo para cuál le alcanza” o “Cuando se trata de arte, hablar de dinero es una frivolidad”. Recuerden señores, la situación económica actual está muy difícil y como dicen las abuelitas, guardianas de la sabiduría popular, el horno no está para boyos. También es importante recordar que no todo lo que se comercia (en este ambiente) es arte.

Después de haber escrito esto, aún puedo determinar si tengo problemas con mi fetichismo. Sin embargo, creo que sabiéndose administrar, hay oportunidad para todo, aún para permitirse ciertos caprichitos a los cuales uno termina sucumbiendo en un mundo bombardeado por opciones y también por mercadotecnia.

Por mi parte, yo ya estoy deliberando que comprar primero. Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra.

Published in: on May 21, 2012 at 2:04 pm  Comments (9)